miércoles, 29 de octubre de 2014

10 COSAS QUE HACÉIS LOS TÍOS EN LA CAMA Y QUE NO NOS PONEN NADA

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Textos e imagenes: Codigo Nuevo - SHAILA FERNÁNDEZ
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A las mujeres mileniales nos encanta follar. Eso sí, siempre y cuando nuestro compañero de cama lo haga bien, cosa que no ocurre tan a menudo como el género masculino se piensa, o como a nosotras nos gustaría. Día a día escuchamos a hombres fardando de lo bien que lo hacen, de que no han recibido jamás queja alguna por su manera de hacerlo, de que con ellos ninguna ha fingido… Todo por quedar bien ante sus colegas, y mientras nosotras muriéndonos del asco. Y si no decimos nada, es porque somos educadas. Pero, vamos, que para la próxima vez que fardéis ante vuestros colegas todo lo que digáis sea verdad, tomad nota de lo que no debéis hacer nunca en la cama porque lo odiamos.
1. Tocadnos bien o no nos toquéis, por favor
1. 1. El clítoris es mucho más complicado que el pene, así que sed más delicados o directamente no metáis la mano ahí abajo cuando estéis en plena faena. Siempre sois demasiado bruscos. Así que empezad a tocarnos con delicadeza, como si estuvierais acariciando vuestro móvil con pantalla táctil, no como si estuvierais aporreando las teclas de la máquina de escribir de “Se ha escrito un crimen”.
1.2. Que juguéis con nuestros pechos como si fueran pelotas de tenis, o de gomaespuma, o yo que sé. Sabemos que os gustaría tener tetas, que si las tuvierais estaríais todo el día tocándooslas. A lo mejor así cogeríais algo de práctica, lo que sería genial para nosotras. Pero de momento, esto no es posible, así que no sé, dad cursillos, practicad con vuestro amigo fondón…
2. No dedicarle el tiempo suficiente a los preliminares
¿Nos coméis el co** durante un minuto y encima tenemos que sentirnos agradecidas por lo “generosos” que sois?
Venga, hombre…
3. Pasarse con los azotitos
¿Acaso me he portado mal? Un azote en pleno apogeo de la pasión, puede molar. Pero que uséis nuestro culo para desahogaros, pues no.
4. Preguntar demasiado ¿Te Gusta? ¿Lo hago bien?
No preguntes, porque me cortas el rollo. Además, si no me gusta lo que me haces, no te preocupes, que te lo haré saber. Eso sí, puede que depende de lo que hagas sea más o menos delicada a la hora de comunicártelo.
5. Que nos agarréis las orejas como si fueran el manillar de la bici
Sabemos que os encanta que os la chupen, pero dejad nuestra cabeza y nuestro pelo en paz. Y ya que estamos, nos toca mucho, mucho la moral que no nos deis ni un jodido beso al acabar…es vuestro amiguito el que estaba en nuestra boca, no el de un extraño. Gracias.
6. Que nos coman la oreja
Sin comentarios… Bueno, sí, ¡qué puto asco!
¿Cómo puede ser erótico tener babas en tu oreja y encima escuchar ………
PaCaptura de pantalla 2014-10-25 a la(s) 08.45.44ra seguir leyendo haz click aqui……

CHICAS Y CHICOS… A VOSOTROS OS PASA ESTO??? A MI NO….. JAJAJAJA

Textos y fotos: http://www.cimformacion.com/
los-perros-ayudan-a-ligar-1Todo el mundo sabe que los perros son óptimos compañeros, amigos y leales. Pero además, es más fácil obtener ayuda, hablar con otras personas, hacer nuevas amistades, e incluso ligar y conseguir el teléfono de una persona cuando estamos acompañados por un perro, como lo demuestra un estudio publicado en diciembre de 2008 en la prestigiosarevista científica Anthrozoos.
Para probar la hipótesis de que los perros actúan como facilitadores sociales, se llevaron a cabo unos experimentos, cada uno con y sin perro.
  • En el primero, un hombre pedía dinero en la calle.
  • En el segundo, una mujer hizo lo mismo.
  • En el tercero, un hombre dejó caer adrede las monedas en el suelo para ver si la gente ayudaba a recogerlas.
  • En el cuarto, una prueba similar fue hecha por una mujer.
  • Por último, un hombre pidió el teléfono a mujeres jóvenes en la calle.
En todos los experimentos, ocurrió que los perros ayudaron a las personas a alcanzar sus metas.
Seguramente el resultado de este estudio no nos sorprenda, al menos no a nadie que esté acostumbrado a pasear con su perro. Aunque el descubrimiento es relativamente obvio, es muy interesante ver en qué momentos nuestro amigo puede ayudarnos en algunas situaciones y sacar provecho de ellas.
los-perros-ayudan-a-ligar-3CONOCE GENTE CUANDO PASEAS
Cuando paseas con tu perro la gente siente más ganas de acercarse a ti y comenzar una conversación. Para facilitar aún más esto, demuestra que realmente estás disfrutando del paseo y el perro.
ACUDE A LUGARES DONDE HAYA OTROS PERROS
Es muy común que los dueños de perros frecuenten plazas y parques y salgan casi siempre a la misma hora. Si acudes a esas horas, seguramente tú y tu perro haréis nuevas amistades.
FACILITA LA INCLUSIÓN SOCIAL
Los perros pueden ayudar, y mucho, a la gente que se siente excluida o que tiene dificultad para interactuar con otras personas. Esta dificultad es bastante común en gente muy tímida, con baja autoestima o personas con discapacidades físicas o mentales. La compañía de un perro, además de aliviar el estrés y la ansiedad, también facilita la aproximación de las demás personas y la conversación cuando no sabemos de qué hablar.
Quién está hospitalizado, ancianos en asilos y niños en tratamiento también pueden beneficiarse. Cada vez más se organizan visitas a estos lugares con perros por grupos de voluntarios. Por el hecho de estar los perros, los visitantes también podrán llegar a interactuar con los pacientes visitados.
los-perros-ayudan-a-ligar-2LIBERA LA TENSIÓN DE CON QUIÉN SE HABLA
Está demostrado que acariciar a un perro es un óptimo remedio para aliviar la tensión y el estrés, no solo el tuyo, sino también de las personas que se acerquen a ti por tu perro. Deja que esa persona acaricie a tu perro y refuerce la percepción de que está tranquila, lo que te ayudará a conseguir cercanía con esa persona.
NO DUDES EN MOSTRAR TU AFECTO
Estamos constantemente siendo observados y juzgados por la gente que nos rodea. También está estudiado que demostrar públicamente nuestro cariño por nuestro perro hace que la gente nos juzgue mejor y seamos vistos con menos desconfianza, lo que inspira más ganas de que la gente se nos aproxime. Así que ya sabes, muestra con orgullo el afecto que tienes a tu perro, ¡esté donde esté!
¡LIGA MÁS!
los-perros-ayudan-a-ligar-4En el estudio realizado por la revista Anthrozoos, se demostró que es mucho más fácil ligar y conseguir el teléfono de alguien cuando estamos acompañados por un perro.
Cuando paseas con él, probablemente atraerás a quien también le gustan los perros, lo que será muy bueno para ti, que ya tienes uno. Así conocerás a personas que además comparten tus mismos gustos.
TE SONRÍEN MÁS INCLUSO EN LOS ATASCOS
La gente es generalmente más simpática y hasta sonríe más a las personas que tienen perro. Es increíble cómo incluso el tráfico infernal de las grandes ciudades no puede impedir que la gente mire a tu perro sentado en el coche o asomando el hocico por la ventana y te sonría.
Y a ti, ¿te ocurre esto cuando paseas con tu perro?

HOMENAJE A EXCALIBUR: POR QUÉ NOS DUELE TANTO QUE MUERA NUESTRO PERRO

   -  el pais
El-perro-Excalibur-sigue-vivo_54417738618_51351706917_600_226El sentimiento de pérdida y el dolor emocional que nos causa la muerte de nuestro perro es sorprendentemente el mismo que nos invade con el fallecimiento de amigos o familiares. Lloramos, nos invade el recuerdo del compañero perdido durante días enteros, y hasta se lo ocultamos a los niños pequeños de la casa para evitarles sufrimiento. No digo que la intensidad del dolor sea la misma. Si cabe, el periodo de luto es más corto que en el caso de un ser querido humano y no es infrecuente que tratemos de pasar página rápidamente adquiriendo o adoptando una nueva mascota. No obstante, y como muestra de aprecio eterno, entre los pocos cementerios para animales con lápidas y todo, abundan los de perros y en menor medida los de caballos. El resto de mascotas acaban al morir en la basura o en un rinconcito del jardín con poca ceremonia.
Aunque imagino que cada experiencia es diferente, ese casi inexplicable apego emocional al perro, ofensivo a veces para los que nunca tuvieron uno, bien merece un análisis. Y eso es lo que quiero ofrecer con esta reflexión que basaré en la complejidad de la comunicación que, en el mundo animal y fuera de otros humanos, sólo alcanzamos con esos animales carnívoros de cuatro patas que nos sonríen moviendo la cola.
Entre los animales domesticados, y el perro lo es, se pueden establecer inmediatamente dos categorías: los que constituyen una reserva de proteína y acaban en el plato, y los que nos ofrecen servicios más sofisticados durante sus vidas. Entre los primeros figuran prominentemente cerdos, vacas, ovejas, cabras y aves de corral. Entre los segundos, los animales de carga, tiro, monta o ayuda en la caza: camellos, asnos, caballos, búfalos asiáticos y el cosmopolita perro, que bien con apenas dos kilos de peso (el chihuahua, por ejemplo) o con cerca de 90 (el San Bernardo), constituye una sola especie biológica. Para salir al paso de críticas fáciles, reconoceré que los de la segunda categoría acaban también cocinados en muchas ocasiones. Al final de sus vidas, o bien cuando el humano pasa hambre. Aunque en este último caso es consumo de supervivencia y se podría hablar de una suerte de canibalismo.
Pues bien, la del perro es la primera domesticación que se produce en la evolución humana. Descendientes del lobo, su domesticación pudo ocurrir hace 15,000 años, aunque algunos autores sugieren que ocurrió mucho antes, hasta 36,000 años antes del presente y con algunos neandertales habitando en la península Ibérica. En uno u otro caso, los perros se domestican en el paleolítico, cuando los humanos eran cazadores-recolectores y no habían desarrollado la agricultura. Tampoco, por definición, la ganadería. El ganado vacuno se domestica en el neolítico a partir del extinto toro salvaje o uro, lo mismo que los bóvidos, los burros y los caballos (éste a partir del también extinto caballo salvaje).
El perro comienza pues su andadura al lado del humano como primera especie animal o vegetal jamás seleccionada. ¿Qué beneficio obtuvimos o qué servicio nos proporcionaron?
Antropólogos y paleontólogos han visualizado los primeros contactos como un posible mutualismo: lobo y hombre se beneficiarían en la caza o en el carroñeo cooperando en la defensa frente a predadores más temibles que ambos. El lobo –luego perro-, aportaría su exquisito sentido del olfato y el oído. El humano su inteligencia, plasmada en el uso de herramientas líticas, el manejo del fuego y un sentido de la vista que aportaba una altísima discriminación de colores y gran agudeza visual. Ambos tienen por convergencia estrategias de comportamiento similares: son grupales, obedecen a líderes y presentan una indecible resistencia en la persecución. No son velocistas, se trata de incansables corredores de fondo. Perro y humano, o viceversa, se convierten en una máquina de caza casi perfecta. Que, por cierto, perdura hasta nuestros días.
Y esa alianza se cimienta, además, en la circunstancia de que perros y humanos comparten relativamente pocas enfermedades infecciosas. Las zoonosis transmitidas de unos a otros son raras. Cánidos y primates nos encontramos alejados en el árbol de la vida y no nos ponemos en alto riesgo mutuo. Por suerte para ellos, los perros no son los animales de laboratorio más codiciados para ensayar fármacos. Si acaso, perros y humanos nos pasamos garrapatas y pulgas, pero estos parásitos externos no suelen poner tan en riesgo nuestras vidas como amenazantes virus o bacterias (causantes de tuberculosis, gripe o peste) que sí transmiten otros animales domésticos o comensales como las ratas.
Pues sí, es seguro tener perro junto a nosotros. Entienden lo que les pedimos y comen casi lo mismo que nosotros. Una vida en común fácil y placentera. Una relación antiquísima que ha dado lugar a la selección de perros de todo pelaje y tamaño. Con funciones de pastoreo, vigilancia, ataque, salvamento, detección de sustancias, o la simple compañía… siempre basado en códigos de comunicación de mutua comprensión. Los perros llegan a entender nuestras señales de comunicación, por gestos o verbales, y nosotros llegamos a entender las suyas. Sabemos cuando enferman y detectamos sus estados de ánimos. Sabemos cuando quieren comer, beber, entrar en casa, subirse al sillón o jugar con nosotros. El juego compartido da mucho juego, valga la redundancia. Un perro juega con su “dueño” o quiere hacerlo hasta su muerte. Un animal que pudiera herirnos con sus dientes, al jugar renuncia a ellos en un combate ritual en la que ambos testamos nuestras fuerzas sin lastimarnos. Quién sabe si a modo de entrenamiento para la caza en común que practicaron sus ancestros y los nuestros.
La alianza ancestral con el perro es única por esa comunicación intensa y precisa. El perro no es cualquier animal doméstico y es con todo derecho un miembro de la familia, a la que se entrega y defiende con pasión. Es un animal que no ensucia su cama –todos los demás domésticos no controlan esfínteres, descontando el gato- y se ha ganado dormir en la nuestra. Sí, el perro es algo más que un animal esclavo. Y en nuestra escala de aprecio animal va seguido a distancia por el caballo, un notable símbolo de estatus a lo largo de la historia y otro animal con el que es posible comunicarse. Mucho más lejos quedan todos los demás.
Así que cuando escuchamos la historia del malogrado Excalibur, seguro que muchos de nosotros (me resisto a llamarme dueño o propietario) sentimos un escalofrío mirando a nuestro mejor amigo. No nos hubiera gustado nada que le tocara a él.
Profesor de Investigación del CSIC

LA CRUEL MUERTE DE BLONDI, LA PERRA DE ADOLF HITLER

MANUEL P. VILLATORO – ABC
Según algunos de sus más íntimos allegados, el «Führer» quería más a este can que a la propia Eva Braun. Berlín, 30 de abril de 1945. Lo que antes era una moderna y bella ciudad no es ahora mucho más que un gigantesco montón de escombros por culpa de los aviones y cañones aliados que, continuamente, vomitan obuses de 128 milímetros sobre sus edificios. Por lo incesante de los bombazos parece que los soviéticos quisieran que uno de sus disparos cayera sobre la cabeza del mismísimo Adolf Hitler. Pero este se halla a buen recaudo dentro del Búnker de la Cancillería ultimando todos los preparativos para suicidarse. No quiere que los rusos le capturen con vida, ni a él ni a sus seres queridos.
Dentro del robusto edificio de hormigón se respira tensión. Son las últimas horas de un imperio. Repentinamente, de una esquina oscura aparece uno de los doctores de Hitler, esvástica en la chaqueta. Lleva consigo varias pastillas de cianuro que el «Führer» pretende usar para acabar con su existencia y la de su mujer, Eva Braun. Alarga la mano yle da una para realizar la prueba que, horas antes, ha solicitado. El líder nazi la coge y se prepara. A una orden suya, su guardia personal abre la boca de Blondi, su querida hembra de pastor alemán. Es uno de los pocos seres a los que de verdad quiere y no consentirá que sea vejada por los soviéticos. Además, su sacrificio servirá para verificar que las cápsulas no han sido modificadas con algún veneno temporal que hiciera que le capturaran.
La perra pelea, no quiere tragar. Pero su lucha acaba pronto, cuando su aliento se apaga después de que el veneno llegue a su torrente sanguíneo. Está muerta. Hitler alza la mano para que un miembro de las SS se lleve su cadáver a la calle. También ordena al soldado coger a los cuatro cachorros recién nacidos de Blondi. Escalón tras escalón, el sujeto sube hasta dar con la puerta que le hará llegar al exterior. Cuando la abre los perritos reaccionan jubilosamente, pero la alegría les dura escasos minutos. Justo el tiempo que tarda el militar en dejarlos en el suelo, sacar su pistola Luger y dispararles un tiro a cada uno.

EL ENCUENTRO

La Historia está llena de grandes líderes que han compartido su vida con todo tipo de animales. De hecho, desde que el emperador romanoCalígula nombró cónsul a su jamelgo (algo totalmente cierto aunque increíble) han sido muchos los grandes hombres y mujeres que han aparecido acompañados en público de alguna que otra mascota. Sin embargo, muy pocos han podido superar la repercusión histórica que tuvieron Adolf Hitler y Blondi, la hembra de pastor alemán que cambió la vida del líder nazi. Tal era el amor que el «Führer» sentía por este animal, que aquellos que le conocían afirmaron posteriormente quequería más a esta perra que a la propia Eva Braun.
Para hallar el momento en que las vidas de Blondi y Hitler se unieron es necesario retroceder en el tiempo hasta 1941. Ese fue el año en queMartin Bormann (hombre de confianza del «Führer» por su capacidad para la contabilidad y, por entonces, director también del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán) le regaló al líder nazi algo que éste jamás olvidaría. El presente era un perro, una hembra de pastor alemán que cautivó su corazón desde aquel instante. Sin dudarlo, el dictador bautizó al animal como Blondi («Rubita», en una traducción aproximada).
La cruel muerte de Blondi, la perra de Adolf Hitler
Adolf Hitler, antes de la Segunda Guerra Mundial
Bormann acertó de lleno, pues el Führer había demostrado ya en varias ocasiones su debilidad por esta característica raza de canes. «El pastor de alemán es un perro dócil, obediente y de carácter firme. Es ademásatlético, versátil, resistente y enérgico. […] El perro de pastor alemán es un corredor de larga distancia que siempre estará dispuesto a cualquier reto deportivo […] Fue criado en 1899 tomando como base los perros pastores existentes por entonces en la Alemania central y meridional con el objetivo principal de conseguir un perro de trabajo con muy altas prestaciones», explica la asociación «Real Club del Perro de Pastor Alemán» en su extenso dossier informativo sobre estos animales.
Desde el momento en el que el «Führer» puso los ojos sobre su nuevo pastor alemán, sintió un gran amor hacia él. Y eso, curiosamente, era algo inusual entre Hitler y sus mascotas. «Sus gustos por los animales eran un tanto especiales, pues hallaba estúpidos a los caballos, antipáticos a los perros bulldog y bóxer, y evitaba acercarse a las tortugas, los pollos y los gamos. Odiaba a los gatos y, por lo general, la pequeñez de los canes que había tenido se contradecía con la grandeza de sus gustos. Luego sintió verdadera pasión por los perros pastores desde que, en 1921, le regalaron uno», explica el escritor Nerin E. Gun en su obra «Hitler y Eva. Un amor maldito».

HITLER Y BLONDI, LA VIDA FUERA DEL BÚNKER

Como muestran múltiples documentos gráficos de la época, Hitler disfrutó de una vida bastante plácida durante los siguientes años de la guerra junto a Blondi. Y es que, a pesar de estar dándose de mandobles contra la Unión Soviética en la denominada «Operación Barbarroja» y de que sus tropas del «Afrika Korps» andaban a fusilazo limpio contra los británicos en las tierras de los tuaregs, el «Führer» siempre hallaba un rato libre para tomarse un té junto a sus personas más allegadas en su residencia de Berghof o jugar con su perrita. Ubicada en los Alpes Bávaros y situada encima de un precioso risco, esta vivienda hacía las delicias de él y de su querida Eva Braun, a quien había conocido una tarde de 1929.
Aquellos días Hitler solía disfrutar junto a su amada de copiosos desayunos. Entre los manjares de los que daban buena cuenta destacaban pan, té, cacao, café, zumo de naranja, caros bizcochos y mantequilla (un alimento muy preciado por su escasez durante la contienda). A día de hoy puede no parecer mucho, pero por entonces era todo un banquete destinado sólo a los más altos cargos del nazismo. Lo mismo sucedía en las comidas, donde aquellos dispuestos a soportar las continuas críticas del tirano (vegetarianos y deseoso de que todo el mundo lo fuera) podían disfrutar de unas de las mejores carnes que podían encontrarse en la zona. En ninguno de estos acontecimientos podía participar Blondi.
La cruel muerte de Blondi, la perra de Adolf Hitler
Hitler descansa en una de las salas de Berghof
Entre sus manías, Hitler era absolutamente puntilloso durante las comidas. De hecho, solía cargar contra todo aquel miembro del servicio que no hubiera colocado bien una servilleta o que hubiera ubicado un cubierto fuera de lugar. A su vez, estaba totalmente obsesionado con que la comida se preparara exactamente como él quería, algo que dio más de un problema a sus distinguidos invitados. «Hitler exigía que se sirviese la sopa muy caliente, al extremo que, una vez, la princesa heredera de Italia, María José, se quemó la lengua al tomar una cucharada. También quería el “Führer” que los invitados terminasen sus platos, y los criados no podían retirarlos hasta que estaban completamente vacíos», completa Gun en su obra.
Pero todo aquel carácter, todo ese odio que rezumaba en ocasiones el «Führer», se esfumaba cuando pasaba el tiempo junto a sus dos seres más queridos: Eva y Blondi. El líder nazi, de hecho, era la muestra viva de que se podía querer más a un animal que a una persona, pues aquellos que le conocían decían que sentía auténtica debilidad por su perra. Con ella pasaba largos ratos en los que paseaban o jugaban en una pista de obstáculos creada especialmente para ella. Esta situación no debía gustar demasiado a su querida «Effie» (apodo con el que Hitler denominaba a su esposa), algo que la llevó –no se sabe si por intentar darle celos o no- a adquirir también dos perros.
Hitler solía suplicar a Eva que le dejara pasar un rato junto a Blondi
«Por las mañanas, cuando la servidumbre se desperezaba, oíanse una serie de gruñidos. Eran “Negus” y “Stasi”, los dos perros negros de Eva. […] Lo cierto es que los terriersescoceses de Eva tenían un aspecto ridículo. Hitler prohibió la distribución de fotografías en las que apareciera con los dos canes, que eran además feroces y no podían soportar la presencia de Blondi. Por ello, no se permitía al perro [de Hitler] entrar en el salón cuando ellos estaban y debía permanecer en el dormitorio de Hitler o en la perrera», añade el experto.
Sin embargo, no eran pocas las ocasiones en las que el «Führer» -ese hombre que firmaba día tras día tácitamente la sentencia de muertede miles de judíos- intentaba que Effie dejara pasar a la perra junto a ellos. «A veces, cuando por la noche el ambiente era particularmente placentero y Hitler había conseguido ablandar a Eva con el regalo de una joya o la promesa de otro viaje a Italia, le decía “Effie, ¿permites que el pobre Blondi venga con nosotros media hora?”. Eva, complaciente, le sonreía y hacía un gesto al ayuda de cámara, el cual cogía por las correas a los terribles “Stasi” y “Negus” e iba a encerrarlos en la habitación de su ama, volviendo luego con Blondi, que al fin podía tumbarse a los pies de su amo», completa Gun.

HITLER, UN CASAMENTERO DE PERROS

Curiosamente, y a pesar de que el matrimonio no se encontraba entre las prioridades de Hitler para sí mismo, el nazi solía pasar buenos ratos en su residencia alpina tratando de emparejar a aquellos que se encontraban cerca de él. Una de sus «víctimas» favoritas era Greti, la hermana menor de Eva Braun, a la que intentó casar con varios de sus oficiales de mayor confianza.
Por ello, a ninguno de sus allegados le resultó raro que el Führer buscara durante los años de la guerra, y de forma desesperada, una perro que hiciera feliz a su querida Blondi. De esta forma, pretendía además conseguir unos cachorritos que le alegrasen la vida. Y es que, aunque no lo pareciera, aquellos que conocían bien a Hitler siempre afirmaron que el dictador buscaba la compañía de los niños, al lado de los cuales se sentía feliz.
«Durante muchas veladas, el único tema de conversación del Berghof fue el casamiento de Blondi. Hitler, que como ya es sabido trataba de casar a todo el mundo, no hacía una excepción con sus canes. Por fin invitó a Gerdi Troost a que acudiera un fin de semana al Berghof en compañía de su perro pastor macho. Por desgracia Blondi se mostró esquiva con su galán. Por su parte, la perra de Hitler prefería dejarse hacer la corte por un zorro que había encontrado en el campo. La señora Troost tuvo que marcharse con su perro pastor, y Hitler deploró el incidente. Volvió a sentir alguna esperanza cuando le contaron que Blondi tenía relaciones con un perro pastor que vagaba por el lugar. La perra comenzó a engordar, pero finalmente no se quedó embarazada», destaca el investigador en su obra.

LA VIDA EN EL BÚNKER

Como cabía esperar, la relación entre Adolf Hitler y su pequeña Blondi no cambió cuando los aliados comenzaron a ganar terreno a las tropas de la esvástica y llegaron hasta las puertas de Berlín. De hecho, nada se modificó salvo una cosa: en lugar de pasar sus ratos muertos junto a la perrita en las cercanías de Berghof, el «Führer» lo hacía en el interior del Búnker de la Cancillería, edificio en el que tuvo que refugiarse para evitar ser partido por la mitad por un obús. El lugar, a día de hoy, es uno de los más famosos de la conocida como «Batalla de Berlín».
Aunque estaban escondidos en este ataúd de hormigón por miedo a los bombazos soviéticos, el «Führer» solía disfrutar (cuando sus enemigos le daban tregua) de breves paseos junto a su perrita en las cercanías del gran edificio. Para él, todo era calma. Mientras, los restos de su ejército luchaban calle a calle para tratar de retrasar la entrada de los carros de combate enemigos en la capital del Reich.
La cruel muerte de Blondi, la perra de Adolf Hitler
Hitler inspecciona una zona del Búnker bombardeada. Probablemente, su última fotografía vivo.
A pesar de todo, la llegada al Búnker no detuvo los arrebatos matrimoniales de Hitler, que consiguió que Blondi se quedara embarazada, al fin, del perro de un alto oficial presente en el Búnker. Tras semanas y semanas, el «Führer» tendría su premio: varios perritos con los que juguetear antes de que los aliados arrasaran la ciudad cuchillo en mano.
Apenas un mes después, la «Rubita» parió una camada de pequeños pastores alemanes. «Blondi, la perra, dio por fin a luz […] cuatro cachorros. […] Hitler llamó Wolfie al más hermoso de los animalitos, y prometió los demás a sus amigos, incluyendo uno para Greti, su futura cuñada. La madre y los perritos estaban echados en una caja que fue colocada primeramente en los servicios, pero que luego Hitler hizo situar en un rincón de su dormitorio. Después, el “Führer” tenía casi todo el tiempo un cachorro sobre las rodillas, al que acariciaba interminablemente, como para disimular de este modo el temblor de sus manos», completa Gun.
En los días posteriores, de vez en cuando, tanto Eva como el propio Hitler decidieron sortear las bombas y subir a la superficie para que los cachorritos pudieran disfrutar de la luz del día. Una vez en el exterior, Blondi pudo divertirse junto a sus pequeños en las cercanías del Ministerio de Asuntos Exteriores. Por su parte, los recién nacidos disfrutaron correteando entre los agujeros de las bombas. El 24 de abril la felicidad se terminó, pues la artillería rusa hizo que esta «familia feliz» se asustara y regresara a la seguridad que les ofrecía el tosco edificio.

LA MUERTE DE BLONDI

El 29 de abril, el jolgorio ya había desaparecido y se había transformado en absoluta desesperación. Los rusos se hallaban a las puertas del mismísimo escondrijo del «Führer» y no quedaban suficientes tropas para obligar a sus blindados T-34 a retirarse. La infantería soviética, por su parte, avanzaba como una masa uniforme entre las calles de la ciudad -agujereada hasta la saciedad por culpa de las bombas- haciendo valer su superioridad numérica, sus fusiles Mosin Nagant y sus ametralladoras PPSH-41.
Mientras los soviéticos paladeaban la victoria, la situación era bien diferente en el Búnker de Hitler, lugar en el que el nazi ya había tomado la decisión de suicidarse junto a su mujer para evitar ser capturados por los rusos. Con todas las vejaciones cometidas por sus soldados en elfrente soviético sabían que era mejor fallecer, pues las torturas sobre ellos serían insoportables si les capturaban. Su idea era acabar con su vida mediante una pastilla de cianuro, sin embargo, en aquellos momentos el líder ya no se fiaba de sus médicos y sospechaba que éstos podrían haber cambiado las cápsulas para provocarle un coma temporal. Eso sería peor que la muerte, pues le haría caer vivo en las manos de sus enemigos.
«Hitler se sentía acometido por las dudas. El veneno había sido proporcionado por Himmler, un traidor. Hitler hizo entonces que viniera el cirujano del Búnker, el cual propuso ensayar una de sus ampollas en la perrita Blondi. Hitler consintió, pero luego le acometió otra duda. El cirujano pertenecía a las SS. ¿Y si por orden de Himmlerhabía sustituido las ampollas? Se mandó llamar a otro médico, el profesor Hasse, que introdujo el líquido en la boca de la perra alsaciana. Así murió Blondi, a la que Hitler quería más que a nada», completa el escritor en su obra.
Una vez fallecida su madre, Hitler dio orden a uno de sus guardias de que cogiera a los cachorritos y acabara con sus vidas. Con un disparo certero a cada uno se puso fin a esta nueva tarea. Un día después, el «Führer» terminó con su existencia junto a Eva Braun. Lo que pasó posteriormente con sus cuerpos (tanto los de los perros como los de sus dueños) es todavía un misterio, aunque la teoría más extendida afirma que fueron incinerados con gasolina. «Después de quemar los cuerpos enterraron los restos en un cráter abierto por una bomba. […] Otros hablan de una fosa común, asegurando que los SS mezclaron las cenizas de Eva y de Hitler con las de Blondi y Wolfi, que también habían sido quemados», finaliza Gun.